OPINIÓN

Cuando la violencia nos explote.

Isidro Galicia

México vive el segundo proceso electoral federal con un elemento desafiante: La violencia.

En la elección presidencial del 2006, en medio de una estrategia persuasiva que alimentó la confrontación de la sociedad,  a partir del desarrollo inequitativo de la contienda y del resultado mismo.

En el 2018 se configura de forma sigilosa y permisiva el encono de los electores.

La guerra sucia que ya lanzó sus primeros dardos envenenados, que alimenta el odio entre las ofertas político-electorales.

Los candidatos del PRI y la Coalición “Por México al Frente”, José Antonio Meade y Ricardo Anaya decidieron contextualizar la disputa del poder, con la narrativa de la mentira y la manipulación perniciosa.

No es nuevo que los proyectos  electorales de derecha aticen con campañas ruines para aniquilar al opositor, en este caso, a la propuesta de izquierda de Andrés Manuel López Obrador.

En efecto, el 2006 en una abierta elección de Estado, el PAN aniquiló un principio de toda elección democrática: La equidad.

Con la propaganda negra se gestó un contexto arbitrario y con desdén por la legalidad; los electores, o al menos un amplio segmento de la población que votó por Obrador, no reconocieron el resultado de aquella elección presidencial, a todas luces inequitativa.

Hoy, en el 2018 Meade y Anaya apelan a la guerra sucia como estrategia política para desalentar una contienda democrática, que, pretende dividir y polarizar a los electores.

Ese es el riego.

Difícilmente el primero de julio será una fiesta democrática. No será un día de campo.

El PAN y PRI desde ahora, preparan las condiciones de una elección enrarecida, una vez más.

Alentar el miedo como ingrediente, direccionar el contraste de las ideas con la confrontación política.

Llevar la elección a un escenario que garantice el uso legítimo de la violencia por parte del Estado.

La ley de Seguridad Nacional aguarda para accionarse, en caso, de estallar actos de inconformidad derivado de un proceso electoral infame.

En el 2006 Calderón optó por colocar al ejército en las calles, para inhibir la rebelión de un sector de la sociedad mexicana. La agresión y la violencia electoral ejercida hace 12 años tuvieron consecuencia.

Un gobierno emanado de una campaña de miedo y que gobernó con el estigma del miedo.

A 60 días de la elección presidencial, Meade y Anaya decidieron violentar el proceso electoral.

De ganar Anaya o Meade ¿Cómo procesarán como gobierno el descontento y la inconformidad social?

La violencia está ya en la elección.

Será cuestión de tiempo.

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