AMLO, el impostor de la historia
Según el Diccionario de la Lengua Española, impostor, ra procede del lat. Impostor, -õris
1. adj. Que atribuye falsamente a alguien algo.
2. adj. Que finge o engaña con apariencia de verdad.
3. m. y f. Suplantador, persona que se hace pasar por quien no es.
Por extensión, considero que la definición es perfectamente atribuible sin duda al actual presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador y su interpretación de la historia y su papel en ella, así como su figura política e ideológica. Veamos:
En su larga marcha hacia la obtención del poder en México, el actual presidente ha sido dado a hacer su propia interpretación de la historia, acomodándola según su muy precaria concepción y básico entendimiento, asumiendo en todo momento que él es la reencarnación de los mejores ideales de las diferentes etapas de la historia nacional, sino es que la misma reencarnación de los próceres que la forjaron.
Más allá de los dislates, por falta de instrucción o por falta de racionalidad que ha protagonizado (incluso junto a su esposa la historiadora Beatriz Gutiérrez Müller), como en el que afirman que el Sol gira alrededor de la Tierra o en el que señaló que la fundación de México se dio hace diez mil años, es delirante la forma en que ha recurrido una y otra vez a darle a su fanaticada pedazos de alimento ideológico, como la exigencia de disculpas a la corona española por los males causados en la conquista contra nuestro país.
Si bien, es cierto que dicho episodio histórico y su recuerdo quedaron como huellas indelebles en el imaginario popular, López Obrador recurre al patrioterismo simplón para enardecer a sus huestes y suscitar debates rebasados por la historia, incluso debido a su ignorancia y a la de su esposa, quien redactó la carta de disculpas y le sugirió empezar esta guerra, que por cierto, se generó justo cuando estaba el tema de la falta de medicamentos en los hospitales del IMSS, con lo que se generó una vil cortina de humo.
Pero vayamos más directamente a su interpretación de la historia. Según su auto proclamada “Cuarta Transformación”, ésta sería una especie de cuarta revolución, con la diferencia de que no se hará de manera violenta (abrazos, no balazos).
Aquí, es de resaltar que, de manera soberbia y auto elogiosa, se asume desde antes, que la suya, será una cuarta etapa donde reinará el bienestar, la paz, la justicia, la legalidad y la felicidad entre todos los mexicanos. Es decir, logrará cumplir lo que las otras tres transformaciones dejaron inconcluso.
Por supuesto que la mayoría de sus seguidores no conocen la historia, sin embargo, algunos de los que se dicen artífices y soldados de la 4T, como Paco Ignacio Taibo II, Pedro Salmerón, et al, quienes no son ningunos ignorantes, tergiversan a modo la historia, siendo asesores de cabecera de López Obrador, a fin de construir un relato para mantener entusiasmadas a sus huestes, quienes han creído, desde su larga campaña de 18 años, que están “haciendo historia” y son “protagonistas del cambio verdadero”, y con títulos rimbombantes aunque poco originales, como su partido Morena, cuyo nombre ya había sido utilizado un par de veces por grupos políticos sudamericanos, y los “Servidores de la Nación”, que nos recuerda a Morelos, el insurgente; roban símbolos, frases (Regeneración, de Flores Magón), apodos (las Adelitas), y un largo etcétera.
En el paroxismo de su delirio, hemos sido testigos cómo, embriagados, extasiados de irracionalidad, sus followers han creído y defendido que Andrés Manuel es “el mejor presidente del Mundo”, y que la suya, es una experiencia única y que su forma de gobierno no la tiene ni Trump, o Maduro, o Evo (ahora defenestrado), o Daniel Ortega; vaya, que la “transformación” que está logrando, no sólo se compara a la guerra de Independencia, la guerra de Reforma o la Revolución y la Expropiación Petrolera, sino que va más allá que la revolución rusa, la china, la cubana, la bolivariana.
Creen que lo que “ha logrado”, como quitar las pensiones a expresidentes, bajar sueldos de algunos funcionarios y… eso, es comparable a una cruzada cristiana para salvar no sólo a México, sino al ¡mundo!
En su locura demagógica y megalómana, mesiánica, gusta de compararse con los héroes patrios y con símbolos religiosos.
En su impostura, López Obrador se ha comparado con Hidalgo al pretender exigir a los españoles se disculpen por las atrocidades cometidas por los conquistadores, pero en los hechos, ha cedido la soberanía nacional a Donald Trump, al utilizar la Guardia Nacional como patrulla fronteriza, dejar que la DEA haya decidido la captura del hijo del Chapo, que luego quiso convertir en ¡un acto de soberanía!, al decir que evitaron un baño de sangre y otras linduras.
Se ha comparado con Morelos, Guerrero y demás insurgentes, al recurrir constantemente a frases como “la Patria es Primero”, “Ya no soy de mí mismo, le pertenezco al pueblo”, “soy el siervo de la Nación”. Es un impostor, porque en su corta presidencia, no le han importado los pueblos indígenas, los derechohabientes que dejó sin medicamentos, las personas que murieron por no protegerlos en la explosión de un ducto de gasolina, por no combatir a los cárteles del narcotráfico.
Cree ser la reencarnación de Juárez, al citar constantemente su supuesta afinidad liberal. Es un impostor conservador, como se evidenció al forjar una alianza anticonstitucional con iglesias evangélicas para repartir su cartilla moral y no respetar la separación Iglesia-Estado, por fingir una supuesta austeridad republicana, pero seguir derrochando los recursos públicos para promocionar su imagen y sus programas sociales.
Ha querido compararse con Francisco I. Madero, sobre todo después de haber protagonizado una bravuconada contra un oficial de alto rango del Ejército Mexicano, y citar al fantasma de un supuesto golpe de Estado (justo como sus parientes bolivarianos lo hacen cada que cometen un fraude electoral), y viola el espíritu del “Sufragio Efectivo, No Reelección”, al defender, sino que planear, la ampliación anticonstitucional del mandato del gobernador de Baja California.
Se asume como heredero de Lázaro Cárdenas, presumiendo que la supuesta lucha contra el huachicol es una “segunda expropiación petrolera”. Pero es una impostura porque hasta la fecha no hubo un sólo detenido por ese delito, no se desarticuló ningún cártel y el robo sigue incrementándose. Al parecer, se dieron cuenta que era un gran negocio de los anteriores administradores priistas y ahora la 4T controla el huachicoleo.
Y ya en la total insania, se ha comparado con Gandhi, porque se asume como promotor de la paz; con Mandela, al sentirse liberador de una nación, y con el mismísimo Jesús Cristo, por su supuesto “amor a los pobres” y su supuesta persecución por parte de los “ricos, poderosos y conservadores”, que hay que decirlo, en este gobierno gran parte de ellos están gozando de los favores del presidente, como antaño, Televisa, TV Azteca, Carlos Slim, etc.
En su “apostolado”, se ha calificado a sí mismo como Demócrata, Liberal, Revolucionario…, pero todos nos hemos dado cuenta que es autoritario, conservador y reaccionario.
Mentir, engañar, no solo es un despropósito, es un verdadero crimen sobre todo contra sus creyentes, quienes tarde o temprano terminarán desilusionados y desmoronará sus esperanzas al darse cuenta de la impostura de la historia que ha estado construyendo. Varios de ellos ya se están mostrando cada vez con menor temor ante las jaurías que acostumbran aventar cuando alguien opina algo distinto al líder, como el sector intelectual, periodístico y artístico.
La más reciente impostura se evidenció al recurrir a las peores prácticas priistas del pasado, que harían sonrojar a Echeverría o al mismo Salinas, al imponer a una de sus incondicionales como presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, argumentando que ésta nunca fue autónoma porque siempre sirvió al PRI, por lo tanto, ahora servirá a la 4T, dejando ir una oportunidad dorada de hacerla verdaderamente independiente del poder. Rosario Piedra ya dio muestras de su afinidad al proyecto de MORENA, a quien le debe el fraude por lo cual se impuso: ha declarado que en éste sexenio tempranero no ha habido ningún asesinato de periodistas. Vaya lógica de venganza, porque no se están vengando del PRI, sino de las fuerzas sociales que siempre han luchado por un verdadero Estado de derecho. Todo está retrocediendo, menos la corrupción, el amiguismo, el fraude, la mentira, la ignominia y la demagogia. Ahí tenemos como ejemplo su nuevo discurso por nombrar a la Estela de Luz, Monumento a la Corrupción, una obra si bien vergonzosa, se olvida el residente de Palacio Nacional que a cargo de ella, según constata la prensa, estuvo el famoso operador empresarial de la 4T, Alfonso Romo.
Por todo esto, no debemos permitir que se siga abusando de los recursos para perpetuar un proyecto que destruirá lo poco logrado por la sociedad. A punto de cumplirse un año de iniciada esta autodenominada “Cuarta Transformación”, el país no ha avanzado nada en lo económico. En materia educativa estamos estancados y no hay más presupuesto, en la cultura tampoco. La violencia y la inseguridad se apoderaron de las calles, de las casas y hasta de la dignidad. Nos faltan autoridades que quieran defender a los ciudadanos y no estar cuidando refugiados con antecedentes de fraudes electorales en sus países.
Después de todo, AMLO resultó ser un impostor, pues ni es honesto, ni resultó tan valiente.