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López Obrador rompe con el bipartidismo en México en una elección presidencial histórica

Andrés Manuel López Obrador se convertirá a partir del 1 de diciembre en el presidente número 65 de México desde que este país existe como nación independiente. La victoria será oficial cuando el Instituto Nacional Electoral (INE) confirme los números de conteos rápidos y encuestas de salida que desde media jornada del domingo ya otorgaban la victoria en la elección presidencial al político tabasqueño, con la mitad de los votos emitidos hoy por los mexicanos.

A las 20:00 horas locales y según la encuesta de salida de Consulta Mitofsky, López Obrador aventajaba a sus rivales en un rango de entre 43% y 49% de los votos, contra un rango de entre 23% y 27% del panista Ricardo Anaya Cortés, y el 22% y 26% del candidato oficialista José Antonio Meade. El independiente Jaime Rodríguez, El Bronco, según la encuesta de Mitofsky para Televisa, obtuvo entre 3% y 5% de los votos.

Si estos números se mantienen con esa tendencia, esta será la elección con mayor votación para un candidato en la historia de México, ya que en 2012 Enrique Peña Nieto ganó con el 38.20% de los votos y Vicente Fox con 42.52% y Felipe Calderón con 36.89% de los sufragios en el año 2000 y 2006.

En conferencia de prensa en el CEN del PRI, el candidato José Antonio Meade aceptó la derrota y declaró a Andrés Manuel López Obrador como el gran ganador. «Reconozco que las tendencias del voto no nos favorecen. (…) Le deseo a Andrés Manuel López Obrador la mejor de las suertes».

El triunfo de López Obrador, contendiente ya en dos ocasiones anteriores por la Presidencia mexicana, rompe con el bipartidismo que durante 18 años gobernó el México moderno, con dos gobiernos del PAN de la mano de Vicente Fox y Felipe Calderón, y del PRI con Enrique Peña Nieto al frente, que ahora entregará el poder a quien fuera su adversario en la campaña del 2012, cuando AMLO y la coalición PRD-PT-Movimiento Ciudadano quedaron segundos.

Son varios los factores que en este tercer intento hicieron posible el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en la carrera por Los Pinos: dos candidatos del PRI y de la extraña combinación derecha-izquierda PAN-PRD que desde el inicio de las campañas poco conectaron con los electores; también por el hartazgo de millones de mexicanos a vivir en un ambiente con altos índices de corrupción e inseguridad en las calles, pues un 76% de los adultos de 18 años hacia arriba considera en 2018 como insegura a la ciudad donde habita y no sólo eso, en los dos últimos gobiernos de la alternancia la delincuencia dejó 234,000 muertos y el 2017 se convirtió en el año más violento en la historia reciente de México, según el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP). En el tema económico los gasolinazos y la marcada depreciación del peso en el sexenio –de 6.38 pesos de valor entre julio de 2012 y julio de 2018–, más las humillaciones del gobierno Trump a los mexicanos en el plano internacional fueron el puntapié al PRI y PAN y para confiar el voto esta vez a una tercera alternativa política.

Y esa fue la bandera que López Obrador enarboló a lo largo de su campaña por la Presidencia. El candidato de la Coalición Juntos Haremos Historia hizo del combate a la corrupción y la inseguridad su carta de presentación, a fin de que los mexicanos lo contrataran como su presidente para el periodo 2018-2024, cansados de casos como el de la Casa Blanca que relacionó al presidente Enrique Peña Nieto y el caso Odebrecht; de los abusos de los exgobernadores de Quintana Roo, Chihuahua y Veracruz, Roberto Borge, César y Javier Duarte. Y el emblema de la indignación en el sexenio: el caso Ayotzinapa sobre los 43 normalistas desaparecidos y los asesinatos de Tlatlaya.

En contra parte, Ricardo Anaya y José Antonio Meade, de las coaliciones Por México al Frente y Todos por México, propusieron redefinir la estrategia de combate al crimen organizado.

Voto de confianza

La decisión de los mexicanos es también un voto de confianza para la democracia como sistema de gobierno, que ahora se fortalece y madura por la elección de una tercera visión para el futuro inmediato del país y con lo que nadie podrá negar que los electores ya echaron mano de todo el espectro político a su alcance.

Con Andrés Manuel López Obrador los mexicanos son protagonistas al enviar a través de unos comicios históricos, por el número de cargos de elección –más de 18,000– y de votantes, un mensaje al mundo de que mientras América Latina se vuelca a la derecha con las recientes elecciones de Argentina, Chile, Colombia y Perú, México apuesta por primera vez en su historia en darle una oportunidad a un político identificado con la izquierda, un hecho que ciertamente hace temer a una buena parte de la población que mira en Venezuela un potencial espejo de lo que puede ocurrir con un gobierno lopezobradorista.

Aunque a López Obrador sus detractores lo asocian con el fallecido Hugo Chávez, otros políticos y analistas financieros más cautos lo catalogan con una ideología de más empate con lo que fue el gobierno del Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil a principios del milenio.

Conforme su agenda política, los adversarios del popularmente llamado AMLO y Peje afirman que el todavía candidato presidencial estatizará la economía del país o que gobernará con los militares. Los allegados de López Obrador lo niegan y responden que en “Pejenomics”, donde la coalición Juntos Haremos Historia plasmó su visión económica, no hace alusión a ningún tipo de  nacionalización ni de expropiaciones.

Andrés Manuel López Obrador ya gobernó la Ciudad de México en el periodo 2000-2006, cuando los destinos de este territorio todavía dependían en buena parte del Ejecutivo federal. Entonces, el entonces jefe del gobierno capitalino fomentó un ambicioso plan de inversión e invitó al primer empresario de México, Carlos Slim, a invertir en el centro de la ciudad y otro paquete de proyectos que detonaron la economía de la capital.

Los mercados han confiado en López Obrador como un político mesurado. Incluso, en 2005, la agencia calificadora Standard and Poor’s desestimó que su eventual triunfo en la elección presidencial del 2006 llevaría al país por la senda de la Venezuela de Hugo Chávez. López Obrador ha hecho público sus dos primeros objetivos: la reforma energética y la reforma educativa; de la primera ha dicho que revisará los contratos concedidos pero que no beneficien a los mexicanos; de la segunda amaga con su derribamiento por ser más una reforma laboral que humilla al magisterio, aliado de AMLO en esta elección.

Con el triunfo de López Obrador llega a su fin un proceso electoral que empezó en septiembre de 2017 con la definición de candidatos y coaliciones de cara a este 1 de julio, pero de los que sólo 90 días fueron efectivos de campaña y con costo total de 7,961 millones de pesos, 6,800 millones sólo para los partidos y sus candidatos. También acaban más de 59,000 millones de spots en medios electrónicos y quedará en duda el futuro de José Antonio Meade en la administración pública, pero sobretodo de Ricardo Anaya en la política, después de haber dividido al Partido Acción Nacional en su meteórico ascenso.

Andrés Manuel López Obrador no sólo ha hecho con la Presidencia de México, con su partido Morena -Movimiento de Regeneración Nacional- también se ha embolsado entre tres y cuatro gubernaturas: Morelos, Chiapas, Tabasco y la populosa Ciudad de México y muy posiblemente, Morena, el partido que fundó hace cuatro años, también sea la primera fuerza en ambas cámaras del Congreso de la Unión y de varios congresos locales.

El conteo de actas empezó a las ocho de la noche del domingo y se tiene previsto que a las 23 horas el INE salga a los medios a divulgar cifras preliminares oficiales. A las 03:00 horas, ya de madrugada, el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) arrojará cifras más contundentes con el 55% de los votos contados y entonces el triunfo de López Obrador será irreversible. el economista.

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