“Los derechos y las pasiones”.
“Los derechos y las pasiones”.
Jaime Dario Oseguera
Lo que hace funcionar a una democracia constitucional, es el respeto a los derechos.
Más allá de lo que piense la mayoría o la estridencia de la minoría, lo que importa son las garantías que establece la Constitución para los individuos.
Nada de que la Constitución se hizo para violarse o que siempre ha sido así. Eso es autoritarismo y tiene tufo a dictadura. Más allá del humor o personalidad de los gobernantes, los derechos están por encima de las pasiones.
La esencia de este planteamiento ha permeado en el mundo académico y sólo recientemente lo han puesto en práctica los países más desarrollados, democráticos, plurales. Lo importante es que, más allá de la validez de las leyes, de sus procesos de creación o de las trabas legislativas con las que se puedan encontrar las democracias modernas, la legitimidad de las mismas se encuentra en su contenido. Como lo dice Luigi Ferajoli uno de los teóricos del constitucionalismo garantista: No sólo es importante la creación de las normas generales, sino su coherencia con los principios establecidos por las normas constitucionales, los primeros entre todos, el de igualdad y los derechos fundamentales.
Es decir, lo importante de las leyes es su cumplimiento de fondo, la tutela de su contenido, más allá de interpretaciones, gustos, disgustos, modas, apreciaciones o intereses partidistas y personales. Más allá de las pasiones.
El contenido de la norma, principalmente la constitucional, es el resultado del acuerdo entre las diferentes ideologías a través del proceso legislativo. Así se constituye el Estado de Derecho que debe ser la guía de conducta de todos, independientemente de sus orientaciones políticas.
Por eso llama la atención la disputa que sostiene Morena con el INE por el llamado que hace el Instituto Electoral a detener la promoción partidista que se hace a través de las conferencias mañaneras del Presidente.
La Constitución quiso, desde hace tiempo, que el gobernante no tuviera elementos formales o informales para impulsar a su partido a través de sus decisiones o popularidad. Fue un acuerdo de larga construcción que limitó de muchas maneras la influencia del Presidente en turno en los procesos electorales. En el fondo lo que se estableció fue la garantía de equidad en las elecciones para que de esta manera se asegurara la garantía del ciudadano de respeto a su voto libre, sin coacción de naturaleza alguna. Se estableció como garantía central del régimen político que desde el poder no se orientaran cotidianamente las decisiones que terminaban por inducir el triunfo o la derrota de uno u otro partido. Los actores políticos de todos los partidos estuvieron de acuerdo que México dejara de ser el país de un solo hombre.
Así que no es un pleito entre López Obrador y Lorenzo Córdoba. Tampoco se trata de las pasiones de quienes defienden al INE o quienes lo atacan por la cantidad de recursos que reciben y los ingresos que gastan a manos llenas. No. La equidad en el proceso es una garantía constitucional y si en las mañaneras se orientan comentarios a favor de un partido o se arenga contra otros, hay una violación contra el respeto al voto y en el fondo al principio de soberanía constitucional. Se atenta contra la voluntad de la gente.
No es Morena contra los demás: es la constitución por encima de todos. Muchos años pasaron los partidos discutiendo si el presidente no debía promocionarse ni a él o a su partido. Se suspendieron las propagandas políticas en tiempo electoral, la promoción de los programas sociales, la entrega de recursos. Eso ya se discutió y fue aceptado por todos.
Mas allá de la importancia formal del juego de normas, se encuentra la centralidad de su contenido, su sustancia. La importancia de las reglas democráticas está en su contenido, no en las pasiones que le quieran imponer las mayorías transitorias.
Es lo que Ferrajoli llama “la esfera de lo no decidible” y lo define asi: “lo que ninguna mayoría puede válidamente decidir, o sea, la violación o la restricción de los derechos de libertad, y lo que ninguna mayoría puede legítimamente no decidir, es decir, la satisfacción de los derechos sociales constitucionalmente establecidos.
Más allá de que quieran o puedan limitar las mañaneras, lo importante es la equidad en el proceso y en esa parte, ni López Obrador ni su mayoría abrumadora pueden cambiar el contenido sustantivo de la Constitución. No se trata de afinidades o antipatías; es un asunto que va mucho más allá de las filias y fobias. Lo que impera es imponer el derecho por encima de la pasión.
A los ciudadanos no nos debería importar si Lorenzo Córdoba tiene simpatía por el Presidente o López Obrador lo detesta. La legitimidad del resultado electoral que se avecina tormentoso, depende pues del respeto a la esencia garantista de la constitución.
Cuando hay controversia entre el gobernante y la ley, se debe imponer la ley.
Además sólo se está pidiendo que “no se transmitan íntegras las conferencias mañaneras del Presidente”. Los medios podrán transmitir la parte noticiosa de las mismas pero siempre en atención al juego de la equidad democrática.
Es un asunto que ya se discutió desde hace mucho tiempo: el gobierno no puede hacer propaganda política de naturaleza alguna. Esto aplica para los Gobernadores y los Presidentes Municipales que intentarán asumir el control de los procesos electorales en los que muchos de ellos tienen puesta su propia cabeza.
¿No fue eso contra lo que se luchó en el viejo régimen del PRI hegemónico? ¿No era la queja en contra del uso de recursos oficiales (económicos y políticos)?
Las pasiones personales tienen que estar atemperadas por la ley y se debe observar su esencia. Si no se hace asi, volverá a imperar, para nuestra desgracia, la ley de la selva.