NoticiasOPINIÓN

Romper las reglas de la austeridad.

Isidro Galicia

Los tres procesos electorales en los que participó Andrés Manuel López Obrador para lograr el ansiado objetivo de ganar la presidencia de la República, tuvo como narrativa eje la austeridad de la vida pública nacional.

En contrasentido, el reciente enlace matrimonial de uno de los colaboradores del círculo íntimo de Obrador, el propuesto como el Coordinador de Política y Gobierno del próximo gabinete, César Yáñez, convocó a la élite gobernante mexicana, en un ambiente de opulencia social.

Evidentemente, el costo de la onerosa boda debió pagarse con dinero privado y con recursos económicos de la pareja. Sin embargo, como un protagonista político del movimiento renovador de la nación, a Yáñez lo obligaba a mantener en sigilo el evento o en su caso, no exhibir los excesos de un acto nupcial.

El echo en sí, rompió con la regla esencial del nuevo régimen presidencial, la austeridad de la República.

Cierto, Yáñez Centeno no violó la ley. Ni cometió peculado ni mucho menos daño algún patrimonio gubernamental. Ni siquiera se acerca a la actuación  decadente de la clase política del PRI o del PAN, e incluso del PRD.

No obstante, el mensaje que se diseminó entre los críticos del obradorismo colocó a la causa de Morena en un escenario contradictorio y quizá de incongruencia política.

Los periplos electorales de Obrador se distinguieron por mantener vigente el discurso de la austeridad, la oferta de terminar con los abusos del poder y acabar  con la corrupción del gobierno.

Ese constructo discursivo  cautivó a los pobres, a los desempleados, jubilados, al sindicalismo, a los jóvenes universitarios, a las amas de casa, a las víctimas por la inseguridad, a los campesinos y a los profesionistas.

Fue la bandera que demolió el duopolio político. Que destronó las prácticas delictivas electorales de candidatos y partidos tradicionales. Que logró el propósito de derrocar a regímenes oprobiosos e impunes que gobernaron por casi ochenta años a la nación.

No fue en sí la desmesura económica lo que propició las enconadas críticas de la oposición y de los detractores al nuevo régimen. Un evento social privado y familiar, logró desmitificar la idea de la precariedad de la República, aun siendo dinero de la pareja.

Aunque fue un acto privado, César Yáñez dejó de ser un ciudadano común. Al aparecer como uno de los pilares públicos de Morena y del propio López Obrador por más de 20 años, su posición lo trasladó inherentemente a la esfera pública, y como tal, a uno de los actores protagónicos del cambio verdadero.

La boda de César Yáñez fue su presentación social ante la élite política de México.

Pero También, mostró los excesos de una clase gobernante acostumbrada a la lisonja y a los favores obtenidos desde el poder.

Hirieron a la idea en una boda que pudo matar al movimiento.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *