Estudiar, el único camino para alcanzar tus sueños, dice Silvano Aureoles
La Expo Universitaria 2020, brindó asesoría a más de 8 mil jóvenes de planteles como Cobaem, CECyTEM, Telebachillerato y Conalep
Como nunca antes la niñez y adolescencia de Silvano Aureoles Conejo fue expuesta en público y por el mismo mandatario michoacano. La razón: demostrarles a las y los jóvenes que, aun enfrentando las peores condiciones de pobreza y abandono, sí es posible hacer realidad los sueños. La primera frase abrió plaza en el magno recinto: “aprendí a leer a los 12 años, cuando muchos ya van acabando la primaria; a mí, la escuela me cambió la vida; cuando aprendí a leer, descubrí otro mundo”.
Fue un diálogo abierto, directo, sincero y emotivo, que engrandeció el encuentro con miles de adolescentes y jóvenes que acudieron a la convocatoria de la Expo Universitaria 2020 ofrecida por el Gobierno de Michoacán a quienes este año concluirán su formación bachiller en planteles como Cobaem, CECyTEM, Telebachillerato, Conalep e instituciones educativas privadas, con el fin de asesorarlos para que elijan su carrera ideal, entre más de 65 ofertas presentes.
Aureoles Conejo dejó el protocolo de lado después de saludar, felicitar y agradecer a los subsistemas, directivos y, sobre todo, a los mismos jóvenes, a quienes les pidió cerrar la puerta a las tentaciones, a las drogas y a los maltratos que acompañan la búsqueda del llamado “sueño americano”, y elegir el camino de la escuela. “Es difícil, yo lo viví, uno de mis sueños era emigrar a Estados Unidos y seguir los pasos de muchos que se van a ver cómo salir adelante”.
Con voz quebrada por la emoción, al centro del escenario de las instalaciones de la Expo Fiesta Michoacán, Silvano Aureoles habló al joven público que respondía con gritos y sonrisas cuando él los retaba y les cuestionaba; también, las sonrisas se escondieron de los rostros adolescentes en los momentos en que la historia de esa niñez brotó:
“Soy hijo de una madre soltera, crecí junto con mi abuela, lisiada y una tía ciega, en una condición de pobreza extrema total, de no tener ni lo básico para llegar al día siguiente; pá empezar, ni casa, viviendo en una de zacate, ni siquiera de lámina, sin ninguna posibilidad de tener acceso a servicios, ni agua, ni luz, ni drenaje ni nada, durmiendo en el piso, en la tierra, así empecé”, contó.
Cuando Silvano aprendió a leer, entendió que la escuela le podía servir y se interesó. “No fue fácil, porque mi mamá se casó de nuevo y mi padrastro no quería que yo fuera, decía que era para perder el tiempo, para gente que no tenía qué hacer y que no era bueno ir”.
La tenacidad de su madre, le permitió “descubrir otro mundo” en la escuela, pero las dificultades no paraban; a los 13, cursando apenas el cuarto año de primaria en El Zapote, municipio de Carácuaro, emigró a otro pueblo, a Huetamo. La historia de muchos, se resumió en su frase: “era imposible entenderme con mi padrastro y me tuve que ir”.
No se venció. En Huetamo terminó primaria y secundaria, fue un gran reto, porque tenía que trabajar para mantenerse y trabajó en todo: vendía cubetas de agua, fue cargador de bultos en la terminal de camiones, ayudante de albañil, ayudante de chofer, chofer, vendedor de nieves, de aguas frescas, de pan, ayudante de talabartero, de huarachero, “todo lo que se puedan imaginar, trabajando los fines de semana cortando limón, algo muy pesado y difícil”.
El ejemplo de vida fue generosamente compartido por el hoy mandatario michoacano. Los esfuerzos de levantarse e ir a trabajar de siete de la mañana a una de la tarde; a las dos, entrar a la escuela; a las siete, concluir y retornar a l trabajo. Sus sacrificios también fueron recompensados, la secundaria la terminó en el tercer lugar con el mejor aprovechamiento, aunque también eso le costó, porque no querían entregarle su documentación al no contar con los 500 pesos que le pedían de pago.
Ya más grande sembró hortalizas, trabajó en la engorda de pollos, fue cargador, los fines de semana, acarreando arena, piedra y material para construcción y hasta vendió de libros. Y ahí le paró.
Con seis hermanos, dos mujeres y cuatro hombres, para Aureoles Conejo, la educación es el mecanismo de cambio, lo que “nos hace mejores seres humanos y nos da herramientas para enfrentar la vida”.
La conclusión del de Carácuaro, tras todo lo vivido en su niñez y adolescencia, es que “vale la pena, que sí se puede”. El, le dijo a los estudiantes que no se desanimen, “todos enfrentamos alguna dificultad, algún reto, pero lo importante es fijarte metas en tu vida y querer salir adelante”. Las cosas no llegan solas, él es un claro ejemplo, “hay que ponerle empeño y ganas, compromiso, entrega, dedicación, porque eso nos permite cambiar nuestras vidas y las de nuestras familias”.