“Corrupción y desarrollo”.
“Corrupción y desarrollo”.
Jaime Dario Oseguera
Cada vez es más evidente, la correlación que tienen los países entre la desigualdad, pobreza y falta de crecimiento con la corrupción.
Este fenómeno que no es nuevo ni exclusivo de México, es un evidente impedimento para el desarrollo y bienestar de un país.
Por eso resulta interesante el planteamiento del Presidente López Obrador al presidir el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas, donde hizo una severa crítica al propio organismo internacional y a los países desarrollados, de no tener un esquema bien definido para el combate global a este fenómeno cada vez más acentuado y generalizado.
Hoy la corrupción ha transitado a lo largo de casi todos los ámbitos de la vida cotidiana en el mundo. No se ha detenido en el espacio de las licitaciones o trámites administrativos. Tampoco es exclusivo de la esfera policial, como pareciera indicar la fantasía y el sentido común al mismo tiempo.
Lo que se ha estudiado, implica tanto al espacio público como al privado y se expande en los terrenos educativo, de salud, religioso, industrial, en cuestiones tecnológicas, agropecuarias, negocios internacionales, etcétera.
Es sin duda un fenómeno global con una morfología diversa dependiendo del país que se estudie. Sorprende que por ejemplo en América Latina convivan países contiguos que comparten grandes fronteras y que tengan prácticas de corrupción tan disímbolas como es el caso de Chile que mantiene bajos niveles de percepción y señalamientos de corrupción con Perú que tiene a todos sus ex presidentes señalados por actos de deshonestidad o el caso de Costa Rica con respecto de Panamá y Nicaragua.
López Obrador tuvo un buen día en la ONU y cumplió con tratar un tema de agenda mundial. Por lo menos no desaprovechó esta que fue apenas su segunda salida en tres años.
En la gran mayoría de los países, aún en los altamente desarrollados, existe de manera permanente esta lucha contra la corrupción.
Se tiene esta sensación de que en los países más industrializados existen niveles de corrupción en las altas esferas más que entre el ciudadano común. En la medida que suben de nivel no sólo se vuelven más complejos, sino más profundos; no es un fenómeno exclusivo del subdesarrollo.
“Sería hipócrita ignorar que el principal problema del planeta es la corrupción” dijo el Presidente en tono de regaño a los fifís de la ONU y, de manera muy determinante señaló que la consecuencia es la desigualdad, pobreza, frustración, violencia y migración.
Sin embargo a estos señalamientos duros por ser tan reales, les hace falta anteponer un método, para establecer categorías, tanto de actos deshonestos, como de países que los toleran. No parece ser una buena medida el definir los niveles de corrupción de los países sólo a partir de la percepción que tienen los ciudadanos.
Se tienen que construir un edificio de indicadores para homologarlos y establecer formas de medición. Su consecuencia será el combate más puntual y la evaluación de los esfuerzos que hagan los gobiernos. Compartiendo información y prácticas efectivas.
Debe haber una serie de cambios institucionales en los que cada país tiene su propia lectura, así que no sabemos hasta donde va a calar el mensaje del Presidente, lo cierto es que no gustó entre los países desarrollados, la critica y el cuestionamiento de que la ONU se encuentra en un grave letargo y no hace nada por combatir el problema. Las verdades son dolorosas donde se digan y en realidad la ONU tiene un alcance cada vez más limitado en el contexto de las relaciones multilaterales donde los bloques regionales y los grandes grupos como el G20 están por encima de la idea original de la Liga de las Naciones. Acaso estamos viendo uno de los momentos de mayor indolencia e indiferencia de la ONU.
Tal parece que la propensión a la corrupción, es menor en países donde se castiga formal e informalmente la misma. Es decir, en los países musulmanes por ejemplo, el cierre social producto de una cultura que no tolera actos de corrupción, los estigmatiza y aparentemente enraízan menos en la cultura cotidiana. Habrá que estudiar más la relación entre religión y corrupción en las diferentes culturas.
La impunidad de los sistemas de justicia en muchos lugares del mundo, provoca que la lucha contra la corrupción no tenga el éxito deseado.
Los estudios dicen que “una parte importante de la corrupción aparece asociada al desarrollo de negocios internacionales”. En este momento el mayor escándalo se genera justamente con la detención de los directivos de Pemex señalados por corrupción con la empresa Odebrecht, pero ese caso es solamente la parte alta de la pocilga; si se sigue escarbando, más abajo se puede encontrar más pestilencia como en cualquier basurero. El asunto llega hasta Michoacán, pero al parecer por estos rumbos no interesan esos temas.
Ha sido una gran intervención de López Obrador en la ONU al hablar de corrupción y desarrollo. Esperemos que tenga un impacto suficiente para subirlo a una agenda más precisa a nivel mundial.
Las investigaciones que se han hecho en Latinoamérica apuntan a que los niveles educativos de la población están vinculados con la corrupción y la cohesión social. A menores niveles educativos mayor violencia, corrupción y desarrollo. También se ha estudiado la conveniencia de establecer políticas contra la corrupción consistentes a lo largo del tiempo para que no sea un alarde de cada nuevo gobierno, sino que en realidad funcione un sistema anticorrupción, que en nuestro país, lo hemos dicho, nace muerto en la medida que se nutre de los favores que los partidos políticos hacen a quienes conducen el sistema. El resultado es la complicidad.
El excesivo burocratismo en el sistema anticorrupción, ya sea en las contralorías o en las auditorías de carácter legislativo y la rigidez formal en las resoluciones judiciales, hace letra muerta los sistemas anticorrupción. Ojalá que las palabras de nuestro presidente se escuchen allá. Y también aquí.