El prematuro ocaso de la Cuarta Transformación
Ricardo Alexander Márquez
Era el 29 de octubre de 2018. El entonces presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, anunciaba la cancelación del Aeropuerto Internacional de Texcoco que tenía un avance de 30%. En ese momento, a un mes de que asumiera el poder, se vislumbraba el ocaso de su sexenio por una decisión prematura y visceral. Condenaba a su gobierno al fracaso y, como consecuencia, no pasaría a la historia como ese “buen” presidente al que dijo aspirar en su discurso de victoria desde el Zócalo capitalino.
Con los meses se confirmó lo que se temía. El mandatario no tenía las bases ni la capacidad de transformar a México, por lo menos en un sentido positivo. Su administración sería más de lo mismo, pero con cara populista. No mejoraría los sistemas de salud ni disminuiría la desigualdad ni la pobreza. Ni siquiera tendría resultados efectivos en materia de seguridad o Estado de derecho, aunque parecía que no podíamos estar peor. Su bandera contra la corrupción demostraría ser una farsa.
Las elecciones del 6 de junio de 2021 le dieron el tiro de gracia a la —autodenominada— Cuarta Transformación. No sólo evidenciaron que se podía vencer su movimiento populista, sino que le arrebataron la posibilidad de continuar con su insaciable afán destructor. Como a un niño abusivo al que se le enseña una lección, el voto ciudadano le recordó al Presidente y a sus incondicionales que no se les había firmado un cheque en blanco.
Pasó lo que tenía que pasar: la realidad se impuso al discurso y ha demostrado que el fracaso es contundente. El mandatario ahora sabe que no le queda mucho por hacer. Si ninguno de los partidos de oposición traiciona a su electorado, las reformas constitucionales no serán aprobadas. Por eso anunció el inicio de la sucesión a tres años de distancia de la contienda.
En lo que resta de su administración simplemente sucederá lo inevitable. Los malos resultados se acrecentarán y el rey del Palacio simplemente querrá llamar la atención con sus ocurrencias. Contar una historia de éxito que ciertos incautos creerán, pero que no pasa la prueba de la risa. Algunos cuatroteistas buscarán tomar distancia, saltar del barco para salvarse del desastre.
En el prematuro ocaso de la Cuarta Transformación, a la oposición le toca neutralizarlo. Bloquear sus intentos destructivos. Limitar sus intenciones por definir la agenda. Dar vuelta a la página para empezar con la reconstrucción.
Lo que necesitamos es claro. organizarnos y planear el futuro, tal cual lo hizo Venustiano Carranza después de la Revolución Mexicana. Alinear las diferentes visiones de país en un proyecto donde quepamos todos y todos ganemos.
Por eso hay que empezar a hablar de los temas importantes y cómo se van a abordar. Cómo vamos a mejorar el sistema de salud pública e incentivar la inversión privada. Parar la espiral de violencia y a las organizaciones criminales. No podemos seguir perdiendo el tiempo. La historia de México nos enseña que es posible.
Si algo hemos aprendido de la Cuarta Transformación es qué no hacer, y las pasadas elecciones demostraron que la mejor opción es buscar consensos para un gobierno de coalición, el primero de nuestra historia. La Carta Magna lo contempla.
Son tiempos de esperanza. En nosotros queda que el ocaso que ahora vivimos sea el inicio de un México nuevo.